
Cuando un@ empieza a prestar atención a los pensamientos que le cruzan sin cesar por su mente va descubriendo situaciones que a mi me parecen muy interesantes.
Una de ellas se refiere a la calidad de esos pensamientos: muchos son auténticamente superfluos, banales, irrelevantes, sin una base sólida,sobre temas que realmente no te interesan, juicios sobre el futuro, sobre el pasado. Juicios,juicios,juicios.
Y siguiendo el hilo de esos juicios te puedes encontrar con que si te centras en una persona concreta, cercana a ti, y examinas los pensamientos-juicios- sobre ella, eres consciente enseguida de cómo la juzgas sin parar por lo que hace, por lo que no hace, por lo que debería hacer, por lo que no hizo, por lo que estás convencid@ de qué va a hacer…Agotador
Y lo más impactante, para mí, es que observando más atentamente este movimiento puedo darme cuenta de que estoy encarcelando la imagen que tengo de esa persona en mis pensamientos-juicios.
Aunque lo más sorprendente de esta mirada no es solo eso sino sobre todo ser consciente de que ese encarcelamiento que ahoga la imagen de esa persona (y muy probablemente a ella en nuestra relación) a su vez me encierra a mí en ese bagaje de pensamientos-juicios. Y yo también soy esclavo de ese torrente de calificaciones y descalificaciones. No me permito ser sorprendido por esa persona real y me obligo a ir por una senda de prejuicios y clichés que me conducen a relacionarme con esa persona de una determinada manera, convencid@ de que es la realidad. Y de ahí derivan miedos, movimientos de defensa/ataque, intentos de manipulación…
O sea, liberar la imagen del otro de mis pensamientos-juicios significa también que me libero yo.
Qué alivio!!!!
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