La importancia del perdón… hacia un@ mism@, hacia l@s dem@s. En realidad es solo un gesto de compasión, de comprensión. No de que me equivoqué, no de que te equivocaste. Sino de que no sabía, de que no sabías, en el fondo no sabíamos. Y ahora me reencuentro conmigo, contigo, desde el amor de poderme abrazar, de poderte abrazar. Porque, profundamente, todo está en su sitio. Y puedo llorar en paz. Libre
Pero, ¿cómo va a tener sentido la confusión? Somos un algo expresándose a través de alguien, según Sergi Torres. Esto es confusión (para mí, claro, para mí). Ni lo entiendo ni lo intuyo. Y así ando casi siempre: en la perplejidad… y con bastante confusión. Conozco a alguien, hablo con otr@ alguien: me confundo. ¿Cómo esa persona puede pensar eso? Pero, ¿de verdad piensa lo que yo creo que piensa?¿Por qué las cosas han de ser así (como yo creo que son)? ¿Cómo es posible? ¿No tendría que ser el mundo, la vida, de otra manera?: una línea recta donde se evoluciona lentamente, con esfuerzo y penalidades, pero en la que al final se consigue el éxito y un@ se ve recompensad@. ¿Por qué no es así? Y venga a buscar argumentos y razones para que encaje nuestra confusión (no asumida, no respetada, no reconocida, no valorada) en lo que creemos que es la vida. Teóricamente sabemos cómo funciona todo y así se lo transmitimos a nuestr@s hij@s y así nos lo transmitieron. Sin embargo, luego sales a la vida y esto no está nada claro. El manual no habla de muchas cosas que te suceden a diario. A veces ni siquiera hay libro de instrucciones. Y vuelta a la confusión. Una y otra vez. Con todo el sentido del mundo. El enorme sentido de descubrirnos que somos ignorantes. Que viva la humildad. Que está todo por descubrir. Que el universo no es lo que creo que es en su enorme inmensidad. Que, a lo mejor, la vida no es el hilo lógico que me dijeron y yo me creí. Así, la confusión reina por doquier y como al rey desnudo del cuento, nadie dice haberla visto. Aunque goza de muy buena salud y habita un rincón privilegiado en el fondo de cada un@. ¿Bendita confusión?
Qué desgarro: vivir sin certezas, obvias! Detenerse un instante. Observar el momento. Naufragar la mirada. Cosechar el instinto. La pasión, quizá, se desboca. Hay un alud de pensamientos. Alguna emoción errante. Un trastorno. Un pequeño cataclismo. Una respiración profunda. Parece que todo se consuela. Lentamente. Emergemos a otra mirada de la vida. Es decir, a otra vida.
Vamos creando nuestro ego con paciencia y laboriosidad: este recuerdo aquí, aquella creencia allá, este sentido común por acá, la imagen que quiero dar (que no desentone con mi entorno, por favor) ahí…y poco a poco nos va ganando terreno, se va adueñando de nuestro yo, desbanca a aquel que un@ es, nos vamos identificando con él, sutilmente, a fuego lento, hasta que, “ale hop”, somos el ego. Ni siquiera podemos ver, creer, saber, discernir, vislumbrar, sospechar que estamos tan identificad@s que nos hemos convertido en el ego que hemos ido fabricando. Y,claro, tiene un poder descomunal. O sea, todo. Y hacemos lo que hacemos, reaccionamos como reaccionamos, vivimos como vivimos siguiendo los dictados del ego. Sobre todo, sin pararnos a mirarlo, a observarlo con detenimiento, a descubrir que “allá va él “, pero yo, ¿tengo que ir también? Si él cree que se muere, ¿es que me muero yo? ¿Quién, que observa el ego? ¿De verdad yo soy lo que yo creo que son mis recuerdos? ¿O mis ideas? ¿O mi imagen aparentemente inquebrantable? Somos tan esclavos del ego que ni tan solo somos conscientes de lo que somos: nos defendemos y atacamos en nombre de él, moriríamos por él. Un ego incapaz de crear, verdaderamente. Que entra en pánico cuando un ciclo de nuestra vida acaba pensando que va a morir y que nos arrastra en su delirio. Pero, otra vida es posible. Y, cuando me miro, cuando lo miro, puedo descubrirme, puedo intuirme. ¿Quién, qué hay más allá (o más acá) del ego? Un apasionante espacio a descubrir.
Corremos entre ignorancias. Escuchamos, confiamos poco en el inconsciente que advierte. Nos negamos a creer en aquello que nos habla a gritos de lo que es, porque no nos encaja. Luego, la cara en vinagre, la lesión aumentada, la confesión de los sentidos, la cuadratura del círculo. Y empiezas lentamente a entender, muy lentamente. Y eres,un poco, aquel que rechazabas. Y la imagen borrosa de lo que no veías se vuelve limpia. Y te preguntas, pero, dónde estaba yo?