Qué impresión! 
Qué sensación de lucidez!
Y es que parece un sinsentido, pero es tan real como la vida misma. Navegamos la vida cieg@s, dirmid@s, casi sin darnos cuenta. No le dedicamos tiempo ni atención a lo que (nos) ocurre y nos perdemos en discusiones, intentos desesperados de salvar nuestro ego, conflictos, culpas que echar a l@s dem@s, golpes de pecho para mostrar orgullo…
Y, un buen día, o, más probablemente, una noche, de repente, puedes ver con asombrosa claridad que no, que no te estás enterando, que no te has enterado. 
Y podría decir que casi lo puedes contemplar como una película en 3D : 
Cómo no me he dado cuenta de lo que “realmente “ estaba pasando? 
Cómo es posible que no fuera consciente del miedo o el agobio o la rabia o la angustia de la otra persona? 
Cómo es posible que no haya visto que solo con escucharla se transformaba todo? 
Cómo es posible que no supiera que podía dar mi brazo a torcer y no pasaba nada? 
Cómo es posible que no escuchara que hay otras razones tan válidas como la mía? 
Cómo es posible que no permaneciera un tiempo en silencio para permitirme ver qué ocurría dentro de mi? 
Por qué no guardaba otro tiempo para reflexionar y después poderlo hablar todo con calma? 
Por qué no respetarme y respetar a la otra persona en este lugar donde tod@s vamos equivocándonos? 
Qué bella cierta humildad !!
Y, en ese momento -que dura un no-tiempo-, donde ves y te ves, se encienden las luces de la noche en tu mente y descubres que todo, todo puede ser de otra manera. 
Incluso, se puede hacer feliz el camino.