Explica Nazareth Castellanos -neurocientifica- que se ha podido comprobar que los ojos y el corazón se sintonizan al ritmo de los latidos de este último. Así, cuando miramos a los ojos de una persona nuestro inconsciente detecta este baile y se sincroniza con el corazón del otr@. De ahí que a veces nos resulte tan molesto que nos miren a los ojos…o mirar a los ojos de los demás. Porque ahí está hablando el corazón y el corazón no miente. 
Pero no es solo esto. La mirada es también una decisión. De adónde miro y cómo miro. 
Y es que puedo elegir entre tanta realidad que me circunda a qué lugar le presto atención. Con la humildad y la conciencia que me permite saber que es solo el punto que miro y veo. No la realidad. Esa confusión a veces devastadora. 
Y también puedo elegir la lectura e interpretación que hago de lo que creo que me está sucediendo ahora.
Es decir, puedo apostar por una mirada propositiva o una mirada de queja, puedo tejer una oportunidad, la ocasión de aprender, descubrir y reconciliarme conmigo o dejarme llevar por la sensación abrumadora de un nuevo peso en mi vida. 
Y todo puede servir en algún momento. Todo es una experiencia de vida que nos permite conectar con ella. 
Sin embargo, es tremendamente importante, desde mi limitado punto de vista , que sepamos de nuestra mirada. Es decir, del pálpito de nuestro corazón.