
Y que no conozco. Y que anda por el fondo del fondo. Y que intento reprimir, no vaya a ser que me desestabilice, aunque a las primeras de cambio sale para “incordiarme” porque yo no quiero que esté, que exista, que sea parte de mí.
Porque se contradice con lo que yo creo que quiero, con lo que yo creo que soy.
Y así, cuando un amigo me dice que tendría que hacer una vida más sana , que tendría que cuidar la alimentación, exploto y me enfado y le digo que se meta en sus cosas, que no me dé consejos, que no soy un niño, que sé lo que me hago. Y ahí está hablando esa parte de mi ignorada. Y ahí está la ocasión de escucharla para descubrirla. Es esa parte de mi que dice lo mismo que mi amigo y a quien no quiero reconocer. Solo es un fragmento de mí, pero merece ser visto, ser escuchado y, si fuera posible, entablar un pequeño diálogo con él. Porque a lo mejor, quién sabe, nos podemos poner de acuerdo. Y vivir en paz el uno con el otro.