De la que todo el mundo habla y muy poc@s conocen. Yo,desde luego, no. 
Y no es cuestión de haber tenido experiencias sexuales, claro, si no de navegar por sus profundidades desnud@, expuest@, libre, relajad@, entregad@. Y cuando digo desnudo lo digo en todos los sentidos. 
Siempre me ha sorprendido que en una sociedad donde es muy difícil exponer las emociones,dónde constantemente desconfiamos del otr@, parezca tan sencillo quitarse todos los ropajes -físicos y emocionales- para fusionarse íntimamente con otr@.A la búsqueda de lo que suponemos placer: para mí y para el otr@. 
Y ahí nos cae una tremenda losa de angustia: he de satisfacer al otr@ y no sé muy bien quién es ni cómo vive su cuerpo, sus emociones, su estar. 
Y entonces ves una película donde detallan minuciosamente el pulso del deseo y en la que el encuentro sexual es tramitado con una breve secuencia de placer. 
Y confundo el deseo -capítulo aparte para él, demonizado y ensalzado al mismo tiempo en nuestra sociedad- con el sexo. Y me pierdo. Y me entra miedo de cualquier encuentro. Y aún más: cómo le digo que tengo miedo? Que estoy educad@ para demostrar cuán “buen@“ soy en la cama y cómo la/lo satisfago (sin haber hablado NUNCA muy claramente de esto, con NADIE), pero de verdad, NO SÉ. Con toda honestidad, NO SÉ. Si ni siquiera conozco casi mi cuerpo-mente-emociones. 
Y,sin embargo, con este bagaje me encantaría zambullirme íntimamente contigo. Y descubrirte. Siendo honest@. Siendo sincer@. Partiendo del NO SÉ, del tengo miedo. Vulnerables amb@s. 
Ya va siendo hora de salir de la zona oscura para iluminar y llenar de color y alegría ese encuentro. De vida.

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