La tercera ley vinculada al ciclo de samsara o renacimiento nos dice: “Todo ocurre cuando tiene que ocurrir. Las cosas suceden cuando estamos preparados, ni antes ni después.”
Es tan ajeno esto a nuestra cultura que cuando lo lees te suena a algo inconcebible, algo vacío de significado. Palabras. Pero tienen sentido. Completo. Solo cuando estás preparado para vivir, en toda su extensión, cualquier reto que te pueda poner la vida es cuando puede suceder. Es decir, es cuando sucede. Ni antes ni después.
Esto implica, de entrada, aceptar que hay un orden y organización natural/universal que funciona de manera sincrónica y perfecta.
Que en su devenir armónico cohesiona todo lo que sucede de manera absolutamente ininteligible para nosotr@s, pero evidente con solo mirar una noche el cielo y su indescifrable existencia.
Implica,también, reconocer que lo que me llegó y yo viví no fue un error, un hecho a destiempo, algo para lo que no estaba preparado. Lo estaba y la vida me lo evidenció. Otra cosa es que a mi me gustara o que el resultado aparente fuera decepcionante para mi. O que piense que podría haber sido de otra manera o en otro tiempo de mi vida.
Implica,por último, que no tengo que correr o acelerarme Ni enloquecer porque creo que voy a perder un tren O que esto o aquello no va a suceder porque no llego en el momento justo. O soy inmaduro para vivirlo.
No. Todo ocurre cuando tiene que ocurrir y en ese momento estaré preparado para vivirlo. La madurez está ahí antes de que yo me dé cuenta.
Por tanto, yo “sólo” tengo que sumarme a ese baile, a esa cadencia y permitir que ocurra. Y saberme lo suficientemente maduro y preparado para que pase.
O sea que, calma, las cosas llegarán cuando tengan que llegar, justo en el momento en que empiece el baile para ti. Que lo disfrutes.