
La segunda ley, ley de la gratitud o Karma, reza así:
“Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”.
Esto tiene unas implicaciones portentosas. Nada podría haber sido de otra manera por lo que sobran todos los “y si…”. Es un ahorro de energía brutal: stop a mirar el pasado para recrearme en lo que hubiera podido hacer o no debería haber hecho. Estoy aquí, en el presente, con esta situación, y aquí y ahora es donde tengo que resolverla. Las lamentaciones no tienen sentido. Pasó lo que tenia que pasar y fue lo mejor que podía pasar porque fue lo único que pasó. Y eso propició que aprendiera lo que tenia que aprender para ser el que soy ahora. En continua evaluación, en un proceso constante de descubrimiento, de expansión de la conciencia.
Es, también, un movimiento de humildad : yo no veo por qué pasó lo que pasó. Me entra rabia. No quiero que sea lo que fue. Pero fue. Y yo, en mi raquítica visión de la vida, del universo, del devenir de las cosas, no sé ni entiendo por qué fue así, pero con toda seguridad fue lo que tenía que ser para que se produjera el momento de máximo aprendizaje en mi y en todo el universo.
Por tanto, todo está en su sitio (a pesar de que yo pueda sufrir o no lo entienda o no lo quiera o no me guste) y todo tiene una cadencia, un orden, una armonía de organización natural donde yo puedo actuar aceptándolo o no, enfocándome en el presente o desviándome al pasado, entregándome al momento o rehuyéndolo. Todo es vida…y yo intento vivirla dando lo mejor de mí aquí, ahora.