En este mundo en el que vivimos interpretando un papel -o varios-, yo elegí el de víctima. 
Hay muchos más y un@ puede verlo claramente en l@s demás: el de culpable -muy extendido-, el de villano -muy aplaudido, aunque parezca lo contrario-, el de buen@ -aclamado por la crítica-, el de inocente, el de “esto no va conmigo”, el de desconfiado, …
Se puede haber elegido un papel o varios. O su combinación, e interpretar uno u otro según las circunstancias. Pero, al final, lo importante, es que hemos elegido un papel. Hemos creado un personaje que creemos que somos nosotr@s y nos comportamos como tales. 
Es muy sutil. Parece que eso no pueda pasar. O que si me doy cuenta en un momento dado de que estoy interpretando, este juego se acaba. 
Pero si soy consciente de verdad -es decir, me detengo con toda mi atención a observar, sentir, reconocer la energía que emana ese personaje- puedo descubrir que, en realidad, ese papel que interpreto, “me vive a mí”. Y si he elegido ser víctima, veo, pienso,y creo mis recuerdos y mi realidad según ese personaje. 
Y lo hago en modo “piloto automático “. Sin ninguna conciencia, por supuesto. 
Sin embargo, hacerme consciente de esta situación me lleva a la posibilidad de saber, vivir, sentir, con toda profundidad e implicación que yo no soy esa víctima que me he creado. Que la vida no me maltrata ni l@s otr@s están en contra mía. 
Y así, poder dejar de identificarme con ese personaje y sus desventuras para empezar a vivir por mi cuenta. Que no es poco.