Cuando miro al otr@ con detenimiento, con calma, sin intentar juzgarlo ni rebatirlo; cuando solo es observar, se abre un mundo de percepciones que acribilla la propia percepción de lo que me rodea. 
Veo al otr@ quejándose de alguien ( de su ex, de sus padres, de sus hij@s, de sus vecin@s o compañer@s…), de algo (de la sociedad, del mundo, de la deriva que está tomando esto, de la vida) y un aluvión de preguntas se cierne sobre mí mismo. 
¿Cómo es posible que él/ella no se dé cuenta de que está implicad@ en todas las relaciones de las que se queja?
¿Cómo es posible que él/ella no atisbe que está actuando, generando una respuesta similar a la suya en el otro lado del que se queja?
¿Cómo es posible que él/ella no se dé cuenta de que es parte de ese mundo, de esa sociedad, de esa vida que critica y que sus acciones, pensamientos y decisiones (con)forman el mundo en que vivimos?
La respuesta es obvia y nos la decimos constantemente:
“Un@ ve con claridad lo que les ocurre a l@s demás, pero no se ve a sí mism@“
Aunque quizás va siendo hora de tomárnoslo de otra manera. Sí, es complicado mirarse a un@ mism@. 
Sí, es difícil tener cierta perspectiva. 
Pero también es cierto que ya sabemos, con toda certeza, que en un conflicto somos, como mínimo, dos y que yo tengo participación en él. 
Que esta sociedad no son l@s otr@s y yo de juez emérito sino que la formamos tod@s y cada acción nuestra , cada pensamiento, cada actitud da un impulso en una dirección u otra. 
Así que, quizás sea difícil vernos, pero podemos partir de una base muy sencilla: cuando critico al otr@, cuando me quejo de cómo funciona todo…, ¿dónde estoy yo?, ¿qué hago para que esto funcione de otra manera?, ¿qué solución aporto, honestamente, al conflicto?.
Y si no veo nada de lo que me ocurre allá en el fondo (que es muy probable) empieza el apasionante camino del auto conocimiento y el auto descubrimiento (solo o con ayuda)que, a buen seguro, me/nos lleva – desde el primer minuto- a otra galaxia en esta vida.