
“RESPONDERE ” en la vida jurídica romana aludía al hecho de defender una opinión ante una situación controvertida en un juicio.
Etimológicamente procede del prefijo RE(reiteración) y el verbo SPONDEO(ofrecer, prometer).
Y,literalmente, “RESPONSABLE” es una forma verbal, convertida en adjetivo, que indica el/la que puede responder y dar satisfacción por lo que hace.
Así vemos cómo en castellano RESPONDER significa contestar; RESPONSABLE es el/la que sostiene la carga de que las cosas salgan bien, el/la adult@ que protege y vela por l@s niñ@s…; e IRRESPONSABLE está un frecuentemente asociado a culpable y -atención- a ser un “viva la vida”. Es decir, alguien que no cumple con sus obligaciones sociales, morales y/o vitales.
De este modo se ha ido deslizando muy sutilmente el significado de ser responsable desde una perspectiva de alguien con madurez, autonomía y criterio para “responder “ y “dar satisfacción “ por lo que hace, piensa o defiende hacia otra en la que está claro lo que un@ tiene que hacer (lo que las normas sociales dominantes dictan) y solo se juzga si se ha seguido esa norma (se ha actuado bien) o no (se ha actuado mal).
Esto es, se pasa de una situación que implica un sujeto maduro y crítico a otra en la que la sumisión a los dictados de lo establecido se premia con el membrete honorífico de ser responsable, ser socialmente considerad@ y valorad@ como un tipo con “sentido común” y capaz de asumir “sus obligaciones” (asociadas con “esforzarse”, “sacrificarse”, “hacer lo que no le gusta pero es necesario “…).
De esta manera la capacidad liberadora que supone poder decidir lo que haces y responder por ello se transforma en un peso con el que cargas para toda la vida y del que no te puedes librar nunca.
Olvidando por completo el rastro original del sentido de “SER RESPONSABLE “ : Seguir un@ su propio criterio, los dictados de su corazón y poder responder por ello ante el mundo -y, sobre todo, ante sí mism@-.
En medio de todos los vientos y mareas. Con todos los miedos y dudas.