
En un sentido amplio significa mucho más que aportar dinero, aunque nuestra sociedad/cultura nos hace creer que es solo -o fundamentalmente- aportar dinero -cuanto más, mejor- y todo lo que se pueda conseguir con él.
Esto es -para mí- un error básico que nos sume como sociedad en la confusión y como hombres, como energía masculina, hace que nos perdamos en el afán por conseguir dinero y -si hace falta- ser sus esclavos, no importa cuánto de nuestra vida le entreguemos a la actividad que realicemos para obtenerlo. No importa que acabemos exhaustos, vacíos, sin sentido en nuestras vidas. No importa que perdamos la calma, el sosiego, el rumbo de nuestro caminar. No importa que el ejemplo que transmitamos a nuestr@s hij@s sea que la vida es ganar dinero y poco más.
Pero proveer es mucho más que eso: es dar ejemplo, permitir que te vean roto, derrotado y, al mismo tiempo, transmitir la abundancia intrínseca de la vida, agradecidos eternamente por sus dones. Es poner un rumbo que dé sentido a nuestras vidas, entregar y recibir amor, crear vínculos, compartir ilusiones, generar posibilidades, alimentar la curiosidad y el entusiasmo, explorar nuevos caminos, vislumbrar direcciones, aportar sosiego y conciencia, sostener y acoger en los embates de la vida, enfrentar los retos -aun con miedo-y, en definitiva, promover la expansión de todo nuestro potencial para sentirnos entregados por completo, sabiendo que hay retos donde nos vamos a ver cuestionados, hundidos, desolados, heridos…y, aun con esto, o quizás por esto, aprender a amar la vida tal como es, inmersos plenamente en ella.
Y, con nuestro ejemplo, transmitírselo a nuestr@s hij@s.
Esto es para mí la espiritualidad. O, por lo menos, la parte de ella que puedo ver ahora. Desde mi limitada perspectiva.