
A veces, intento recoger lo que el aire deja
alimentando mi memoria,
y le silbo a una contrariedad
por si el requiebro
le cuaja el ánimo;
acudo a despertar
la conciencia aburrida
para que se bañe
en las aguas frescas
que corren y no cesan;
vivo
entre las turbulencias
de lo ignorado,
de lo no entendido,
por si me va bien en ello,
y cubro
con un velo claro
la mezquindad
y el deseo
por si también puedo
amarlos;
me entrego al silencio
y al bullicio,
al amor
y a su enemigo,
para no fiar mi vida
a nadie,
a ninguna idea,
a ninguna institución,
a ningún cobijo.