Desde diferentes ámbitos me llega esta reflexión: el fracaso, el error -que no es lo mismo-, ser marginado, caer, hundirse, estar perdido, extraviado, haber metido la pata hasta el colodrillo, ser el patito feo… son mecanismos de aprendizaje valiosísimos (lo cual no quiere decir que nos tengan que gustar o que no los suframos) y el sustrato básico sobre el que se edifica una posibilidad de salir airoso en muchas situaciones en esta vida o de tener algún tipo de éxito (no confundir con fama) o de tener el estímulo para aprender y/o la confianza para entregar tus talentos al mundo o tener la capacidad de hablar con la humildad y el convencimiento del que ha sido derrotado mil veces. 
Decía Pablo Flores en el Festival de la Conciencia que nos encontramos una y otra vez en nuestras vidas con la misma (o parecida) situación que nos enfrenta a un reto (y puede que a un fracaso) no porque hayamos hecho algo mal sino porque tenemos que experimentar esta situación en diferentes momentos de madurez de nuestra vida para poderlo ver desde diferentes perspectivas hasta estar totalmente preparados para pasar a otra etapa. 
Así, en la Terapia Consciente valoramos profundamente ese momento de sumergirte en el dolor y la rabia del fracaso, del completo extravío, del error que te avergüenza, como un punto de inflexión, de máximo aprendizaje, de valor incalculable. 
Y, desde ahí, pretendemos que puedas verlo de ese modo para que te sirva de estímulo, de motor para dar un salto en tu vida. De conciencia, claro, de conciencia.